El gato duerme. Se enrosca en un rincón del sofá, encima de una repisa, debajo de las hojas de una planta (sobre la tierra de la maceta), entre las sábanas enredadas de una cama sin hacer. Y duerme.
De vez en cuando despierta y, cansino (palabra creada para explicar el andar felino) se mueve hasta su cuenco de comida, o ensucia y escarba la arena de su caja, o se estira y (acaso) corre un poco por los pasillos con una cadencia de ejercicio rutinario. Después de todo eso, vuelve a dormir. Seguir leyendo «Soñador»