¿Alguna vez se preguntó por qué nos empeñamos en arañar segundos de vida, como un hambriento que engulle desesperado las migas que han caído al suelo?

¿Se planteó en algún momento qué nos obliga a hacer todo lo que hay que hacer, esas cosas que se nos imponen como necesarias e imprescindibles y que, directa o indirectamente, están destinadas a prolongar nuestra pervivencia?

Si no lo ha hecho, si no se ha formulado estas cuestiones, si no ha reflexionado acerca de estos asuntos, usted no conoce el sentido de la vida.

En cambio, si alguna vez se le pasó por la cabeza este conjunto de dudas e incertezas, podría decirse que se acercó a la clave del misterio.

Porque el sentido de la vida consiste en buscarle un sentido a la vida.

(Y cuando lo encontremos nos vamos a poder morir tranquilos).